Puro Cuento!!!

Dienstag, Dezember 26, 2006

Pelmazo

-Me estás...
-Sin palabrotas, María Isabel.
-Lo siento...

La respuesta fue automática, y el darme cuenta de eso me enfureció aún más. Y, claro, entre el ataque de risa que le dio a Esteban y mi cara de espanto/furia a punto de estallar podrían haber sacado un par de buenas escenas para el especial de Halloween de los Simpsons. Juro que estaba tan enojada y avergonzada como para esperar la próxima roja, bajarme del auto y salir corriendo. O como para buscar pelea.
.
-¡No, no lo siento!
-Ah, ¿no?
-¡No tengo por qué! ¡TÚ ERES EL PELMAZO!
-Prefiero que me llames por mi nombre. A ver, repite conmigo: Eeeeesteeeeebaaaaaaan.
-Eeeeeeres uuuuuuun iiidiiioooootaaaaaaa. Lo habría hecho si hubieses tenido la decencia de decírmelo ANTES!!! De hecho, de haberlo sabido, no te hablaba.
-Y habría sido un agrado
-¿Y si lo tenías tan claro, por qué no me lo dijiste?
-Nunca preguntaste...
.
Plaf. O el tipo era increíblemente sarcástico o definitivamente idiota. ¿Cómo iba a saberlo? Yo misma me respondí: "Fácil, preguntándole el nombre en alguna de las ochocientas oportunidades que tuviste, tarada". Ok, gracias a Dios que ya íbamos a llegar a la casa de la Oma y esta pesadilla se iba a acabar luego. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no ibamos a la casa de la Oma.
.
-Oye, tú, abusivo, ¿dónde demonios crees que me llevas?
-¡Abusivo! Te llevo a tomar un café y a que te laves la cara antes de dejarte donde la Oma. Supongo que no pretenderás llegar así de borracha a su casa.
-¡Yo no estoy borracha!
-¿En serio? ¿Te has visto en un espejo últimamente?
.
Por supuesto que me miré en el retrovisor lateral, mi segundo acto reflejo estúpido de la noche. Y, ¡horror de horrores!, Esteban tenía razón. Estaba empezando a deprimirme cuando llegamos a una YPF. Me senté y miré a mi alrededor, mientras Esteban iba al mostrador. Aparte de nosotros, sólo había otra mesa ocupada por tres clones de mi POPtimista importada, y sus chillidos comenzaron a retumbar en mi rulienta y adolorida cabeza. Damn it.
.
-Te compré un moka.
-Bue, serás insoportable, pero al menos tienes buen gusto.
-El suficiente como para que me molesten los chillidos de la mesa del lado -me guiñó un ojo-. ¿Hacemos algo al respecto?
.
Y sin esperar respuesta, caminó al wurlitzer con 100 pesos en la mano y una sonrisa mefistofélica en los labios, mientras yo empezaba a preguntarme si el tipo sería esquizofrénico dado el repentino cambio de actitud. Eligió una canción y volvió a la mesa.
.
-A ver si son tan básicas como parecen. Lo malo es que vamos a tener que esperar a ver si resulta, porque estas tipas pusieron todo el disco de boleros de Luis Miguel.
-Ay, no. ¿Cuál de todos?
-Da lo mismo, es Luis Miguel cantando boleros.
.
Los dos simulamos hacer arcadas y nos cagamos de la risa. No pude evitarlo, y ya con eso, se me empezó a pasar la mala onda. O sea, el tipo me había hecho reir, punto para él. De a poco, Esteban volvía a ser Johnnie Walker. Aproveché el minuto de buena onda para preguntar de dónde había salido, porque yo creía conocer a todos los amigos de mi hermano, y francamente me parecía raro no conocer, justamente, al más yunta.
.
Resultó que sus papás se separaron un poco después de que Vicente se fue a Estados Unidos, y él se fue a vivir con su mamá a Viña. Obvio, yo era muy chica para acordarme. Tampoco era que mis papás le tuvieran mucho afecto: según ellos, Esteban era el responsable del pésimo comportamiento de mi hermano, y cuando Vicho se fue, se acabaron sus visitas a la casa.
.
-Honestamente, no era yo precisamente el más maldadoso.
-Bueno, no es que Vicente sea de lo más santito.
-Las ideas fueron todas suyas...
.
Y memorables. El detonante del odio paterno hacia Esteban fue un caballo. Cuando estaban en primero medio, al parcito se le ocurrió que se querían ir a mochilear en el verano, aventura que claramente no sería financiada por ninguno de nuestros progenitores, así que decidieron hacer negocios. Durante meses circularon diarios y botellas por mi casa. "También inventamos hacer fiestas en tu casa cada vez que tus papás no estaban, y cobrábamos entrada". Eso explicaba por qué Vicente siempre nos amenazaba a mí y a la Carola para que no dijéramos nada.
.
Finalmente, un buen día Vicente y Esteban llegaron a casa con la, supuestamente, mejor inversión que podrían haber hecho: un caballo sucio y roñoso que apenas hacía nada más que rumiar su pasto. Más bien dicho, el pasto de la entrada de mi casa. Ante el ataque de histeria que sufrió mi santa y abnegada madre, amante de la naturaleza, especialmente de la que ella misma plantaba, el caballo fue rápidamente desterrado de nuestras vidas.
.
-Vicente quería que el caballo viviera en el patio.
-¿Y qué demonios pretendían hacer con un caballo?
-La verdad, aún no lo sé, aunque Vicente pretendía llevarlo a las carreras. ¿Por qué crees que te digo que las ideas siempre fueron de tu hermano?
.
Ni bien terminó de decir eso, la música cambió abruptamente. Porque de Luismi pasamos a una destemplada guitarra eléctrica, acompañada de una voz gutural que narraba la historia de un destemple estomacal de porporciones épicas. "Ataque de caca", de Los Mox. ¡Brillante! Las tres "Helens" de la mesa vecina saltaron de sus sillas como si tuviesen resortes allí donde la espalda pierde su castizo nombre y se llevaron sus chillidos con ellas, mientras al pasar nos dedicaban una mirada de odio y desprecio que respondimos con un ataque de risa.
.
-Menos mal que mi hermano era el de las ideas.
-Bueeeeeeeno, algo aprendí. Por cierto, tú conociste a ese caballo. Hasta le pusiste nombre, aunque nunca entendí el por qué de la extraña denominación.
-¡La Minifalda! ¿Así fue como llegó? Adoraba a ese caballo. ¡Y no era roñoso!
- Es lo que decía tu papá...
.
Al final nos embalamos conversando, en parte porque el tipo era muy simpático y un excelente narrador de las maldades que hacían cuando chicos, y en parte porque, escuchándolo contar sus historias, sentía que iba conociendo un poco más a mi hermano. Por su lado, me atrevería a decir que habló para entretenerme hasta que se me pasara la borrachera.
.
Cuando llegamos a la casa de la Oma, ya eran casi las nueve de la mañana y yo me caía, pero esta vez de sueño. Mi abuela estaba aterrada de que algo me hubiese pasado; mi Opa sólo estaba escandalizado e indignado -¡ni Vicente era tan descarado!, vociferaba, y sus gritos se escuchaban hasta la calle-. Pero cuando me vieron llegar con Esteban, les cambió la cara en dos segundos. Milagro. El único reto fue porque no habíamos llamado para avisar que estábamos tomando café. Y además Esteban tuvo la delicadeza de echarse la culpa de todo. Definitivo, Johnnie estaba de vuelta, pero yo me estaba quedando dormida de pie. Apenas le di las gracias, entre bostezos, y empecé a subir la escalera para irme a acostar.
.
-Oye, ¿no vas a decir nada?
-¿Nada de qué?
-No sé, que ya no te caigo mal, por ejemplo. Incluso, que te simpatizo un poco.
-No seas tan optimista...
-Bah, reconócelo.
.
Me detuve a la mitad de la escalera, me di vuelta a mirarlo y esta vez la que sonrió lenta y maliciosamente fui yo.
.
-Sí, es verdad. Eres un buen pelmazo.